Nuestro objetivo es indagar sobre uno de los problemas sociales que más afectan a las personas mayores, el sentimiento de soledad, distinguiendo entre las dimensiones emocional y social. Utilizando una estrategia metodológica cualitativa, con el grupo de discusión como técnica de producción de información y la teoría fundamentada como técnica de análisis, investigamos acerca de cómo lo experimentan las personas mayores viudas que viven solas, que constituyen un grupo de población que lo sufre especialmente. Hemos constatado que padecen soledad emocional, sobre todo, quienes enviudan a edad avanzada, tras varias décadas de matrimonio. Es un sentimiento ligado al vacío conyugal, con la noche como marco de aparición más propenso. Además, enviudar conlleva el riesgo de sufrir soledad social, debido al distanciamiento relacional que suele producirse con las amistades matrimoniales. También hemos apreciado diferencias de género en la incidencia del sentimiento de soledad, con una especial fragilidad de los varones para combatirlo.
Our purpose is to look into one of the social problems affecting the most to older people, namely the feeling of loneliness. We intend to approach this problem differentiating its social and emotional dimensions. Through a qualitative methodological strategy ‒focus groups as procedure to raise data and Grounded Theory as analytical perspective‒ we study how that feeling is experienced among a profile of older persons particularly affected by loneliness: older widowed persons living alone. Our findings prove that these persons suffer from emotional loneliness, especially those who enter widowhood at a later age and after decades of marriage. This feeling is linked to the loss of their spouse and it is at night when it is more likely to emerge. Moreover, widowhood comes along with the risk of social loneliness because of the relational distancing from friends who used to be connected to the married couple. We have identified as well gender differences regarding the impact of loneliness, being men those who are especially frail to confront it.
Las relaciones de pareja motivan importantes transiciones en la vida de las personas. Primeramente, cuando se constituyen, al establecerse una situación de convivencia sea matrimonial o de cohabitación; más adelante, cuando se disuelven, por divorcio o viudez, tras un período más o menos extenso de vida en común. En la vejez, los casos de pérdida de la pareja, debidos sobre todo a la viudez, son mucho más frecuentes que los de emparejamiento (López, Díaz y Sánchez
En España el sentimiento de soledad constituye un objeto de estudio prácticamente inexplorado por la sociología y poco tratado por las demás ciencias sociales. En otros lugares, sin embargo, viene inspirando numerosas investigaciones durante las últimas décadas. Se da la circunstancia de que autores extranjeros han medido la prevalencia de este problema social en España, generalmente por encuesta, comparándola con la registrada en otros países: todos ellos han concluido que resulta más elevada aquí que en cualquier sociedad del centro o norte de Europa (Fokkema, de Jong Gierveld y Dykstra
De acuerdo con De Jong Gierveld, Keating y Fast (
El sentimiento de soledad debe diferenciarse del aislamiento social. Ambos conceptos están interrelacionados, pero no aluden a lo mismo. El sentimiento de soledad obedece a una insatisfacción motivada por la falta de ciertas relaciones o la pérdida de calidad en los contactos con otras personas; es decir, tiene que ver con la manera en que los individuos perciben, experimentan y evalúan la falta de comunicación interpersonal. El aislamiento social concierne a las características objetivas de una situación marcada por la escasez de relaciones sociales (Havens
Diversos autores, siguiendo la propuesta de Weiss (
Hay estudios que han descubierto una relación positiva entre la edad de las personas mayores y la prevalencia del sentimiento de soledad. Por ejemplo, Dykstra, van Tilburg y de Jong Gierveld (
La relación entre el sentimiento de soledad y el sexo de las personas mayores también ha sido objeto de numerosas investigaciones. Y cabe destacar que tampoco llegan a ofrecer resultados concluyentes. Algunas constatan que la soledad afecta más a las mujeres que a los varones, mientras otras encuentran justamente lo contrario. Pinquart y Sörensen (
Otras publicaciones, en sentido contrario, describen a los varones como las víctimas principales del sentimiento de soledad (de Jong Gierveld, Keating y Fast
La literatura internacional sí que muestra un claro consenso vinculando el sentimiento de soledad con el estado civil de las personas mayores. Una circunstancia clave es si tienen o no pareja, dado que suele constituir su principal fuente de apoyo: quienes no la poseen, sean varones o mujeres, son mucho más vulnerables al sentimiento de soledad que quienes sí tienen pareja (Lykes y Kemmelmeier
Si la viudedad y el divorcio suponen un riesgo para la soledad, la soltería no parece serlo tanto: entre las personas mayores sin pareja, afecta menos a las solteras que a las que han estado casadas alguna vez. Es así, según Dykstra (
La relación entre la soledad y el estado civil de las personas mayores parece encubrir diferencias de género. Pinquart (
Otro hecho bastante apuntado en la literatura internacional es la desigual prevalencia que tiene el sentimiento de soledad dependiendo de cuál sea la forma de convivencia de las personas mayores. Las que habitan en hogares unipersonales son quienes más lo sufren y las que conviven con la pareja, en una situación familiar de
Que vivir en solitario constituye un factor de riesgo para la aparición del sentimiento de soledad en la vejez ha sido apreciado en lugares del mundo tan distantes geográfica y/o culturalmente como Estados Unidos (Park
Como acabamos de exponer, durante las últimas décadas multitud de investigaciones han tratado, fundamentalmente por encuesta, cuáles son los principales determinantes del sentimiento de soledad entre las personas mayores. Aunque no hay acuerdo sobre si lo experimentan más los varones o las mujeres, ni tampoco sobre si su prevalencia crece con la edad, sí que existe un amplio consenso al destacarse tanto la viudedad como el hecho de vivir en solitario como dos importantes factores de riesgo para su aparición. Ello motiva el objetivo principal del presente trabajo: investigar acerca del sentimiento de soledad en las personas mayores que viven solas en España, gran parte de las cuales se encuentran viudas. Inicialmente nos planteamos varias preguntas de investigación. ¿Cómo lo describen dichos actores sociales? ¿Qué consecuencias tiene la viudedad sobre el sentimiento de soledad, en sus dimensiones tanto emocional como social? ¿En qué circunstancias suele activarse? ¿Existen diferencias de género respecto a su incidencia?
Decidimos indagar sobre el sentimiento de soledad aplicando metodología cualitativa, por dos razones. En primer lugar, porque el grueso de los estudios realizados hasta la presente sobre este problema social ha utilizado herramientas cuantitativas, orientadas a medir su prevalencia en términos generales o en grupos específicos de personas mayores (distinguiendo por sexo, edad, estado civil, nacionalidad, etc.). Es evidente el déficit de conocimiento cualitativo que existe acerca del sentimiento de soledad y, de ahí, la necesidad de saber cómo lo conciben actores sociales particularmente expuestos al mismo. En segundo lugar, desde una óptica sociológica, el sentimiento de soledad constituye un objeto de estudio bastante apropiado para un abordaje cualitativo, puesto que se enmarca en la dimensión subjetiva de la realidad social: nuestra pretensión era comprender el sentido que tiene para las personas mayores que lo experimentan a través de sus discursos, producidos libre y espontáneamente. No queríamos analizar el sentimiento de soledad como un hecho social, sino interpretando el significado que le otorgan los actores sociales. Por eso recurrimos al grupo de discusión como técnica de producción de datos.
Dicha técnica fue empleada en el marco de una investigación sobre la situación de las personas mayores que viven solas en España. Como estrategia de muestreo, decidimos recoger una variedad significativa de experiencias, una tipología de actores sociales implicados en el objeto de estudio: no es igual vivir en solitario en la vejez siendo varón que siendo mujer (tanto dentro como fuera de casa, las actitudes y los comportamientos son distintos); ni es igual hacerlo en una zona rural que en una gran ciudad (la familia, el vecindario, la participación social, los estilos de vida, etc. suelen tener, asimismo, rasgos diferentes). Tampoco es lo mismo residir en Andalucía que en Asturias, dos comunidades autónomas con indicadores dispares en términos demográficos, económicos, sociales y culturales, incluso climáticos. La combinación de todos estos factores motivó la realización de ocho grupos de discusión (
Los grupos de discusión fueron grabados en audio con permiso de los participantes. El investigador principal del estudio se encargó de moderarlos y transcribirlos, buscando los mejores materiales de campo posibles. Como estrategia de análisis utilizamos la
En los ocho grupos de discusión realizados los participantes hablaron abiertamente y entre iguales acerca del sentimiento de soledad. Que la viudez guarda una estrecha relación con el mismo, como factor desencadenante, queda patente en todos ellos. Sin embargo, una circunstancia que parece diferenciar unos casos de otros es la etapa del curso vital en la que sobreviene. Las personas que han perdido al cónyuge a una edad avanzada son quienes más se identifican como víctimas de la soledad. De hecho, ellas mismas suelen diferenciarse de aquellas otras personas mayores que enviudaron en una fase prematura de su trayectoria vital: en su día, esas otras personas quedaron al frente de una familia monoparental y se vieron ante la necesidad de sacar adelante a sus hijos, lo que les sirvió para activar una recuperación anímica que las protegió contra la soledad. Ellas, en cambio, no han dispuesto de ese estímulo:
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Cuando ocurre en la vejez, la viudez suele quebrar una situación de
Quienes enviudan en la vejez mencionan otras dos circunstancias que les hace sentir la soledad con especial intensidad. Una, que la pérdida del cónyuge sea relativamente reciente. Otra, que hayan dejado atrás un matrimonio de varias décadas de duración, un matrimonio que probablemente discurriera por una etapa de relativa calidad relacional, liberado de responsabilidades laborales, y estuviera disfrutando más que nunca de la vida. Estas personas tienden a recordar lo felices que fueron junto al cónyuge, sus excelentes cualidades humanas, el apoyo que recibieron de él, lo que apreciaban su compañía, la ausencia de conflictos graves en su relación y lo estable que resultó. Con su pareja tuvieron tanta
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Por otro lado, existe un amplio acuerdo entre los actores sociales acerca del momento más propenso para que aparezca la soledad emocional: refieren generalizadamente la noche, en concreto dos situaciones muy dadas a notar el vacío conyugal. La primera es cuando regresan a casa al anochecer, sabiendo que nadie les espera dentro y que habrán de permanecer en ella, sin disponer de compañía, hasta la mañana siguiente. Cerrar entonces la puerta de la calle significa enfrentarse directamente con la soledad, siendo un contexto bastante propicio para la añoranza de la pareja. La segunda es la hora de acostarse, dado que ofrece un marco de oscuridad y silencio que favorece los recuerdos del cónyuge y de la relación matrimonial que tuvieron y que tanto contrasta con su realidad solitaria actual:
Enviudar, además de motivar el sentimiento de soledad emocional entre las personas mayores, puede generar cierto aislamiento social. La causa principal es porque tienden a desvincularse de aquellos matrimonios que formaban sus redes de amistad mientras vivía el cónyuge. No es que llegue a desaparecer por completo el trato con ellos, sino que se produce un distanciamiento relacional, dado que las personas viudas no desean compartir sus actividades sociales, máxime los momentos de ocio, con quienes siguen casadas. En este sentido,
Hemos constatado este enfriamiento relacional, como lo califican los actores sociales, particularmente entre las personas que han enviudado durante los últimos años y tras varias décadas de matrimonio. Según afirman, al no disponer ya del cónyuge carece de sentido salir con las antiguas amistades, las que tenían en su etapa de casados. Simplemente, se ven desplazadas por su condición de personas viudas y terminan aislándose de ellas, de un modo voluntario u obligado, con el riesgo que ello implica para la aparición del sentimiento de soledad social:
Como estrategia de compensación, suele producirse un giro relacional hacia el grupo de iguales: prefieren rodearse de personas más o menos coetáneas y que tampoco tengan pareja. Y añaden otro importante condicionante: que sean de su mismo sexo. Ello significa que, tras enviudar, también acaba resintiéndose, más profundamente si cabe, el contacto con personas del sexo opuesto con las cuales mantenían amistad en la época matrimonial. El temor a recibir la crítica social, caso de seguir relacionándose con ellas en la medida en que solían hacerlo antes, reduce todavía más la cantidad y la calidad de las redes sociales potencialmente disponibles, sobre todo en el medio rural:
Las amistades de las personas mayores viudas, condicionadas por tales factores, suelen limitarse a individuos sin pareja, coetáneos y del mismo sexo. A estas limitaciones se suma otro factor bastante negativo respecto a la incidencia de la soledad social, como es el paso del tiempo y la creciente probabilidad de que las personas que la forman empeoren su salud, dejen de salir, se muden a otro lugar o incluso fallezcan. Es una contrariedad que debilita no únicamente las redes de amistad de las personas viudas, sino también las familiares. Las relaciones con hermanos, primos u otros parientes residentes en el entorno, especialmente valoradas en el medio rural, disminuyen en la medida en que esas personas van desapareciendo:
Los discursos contienen otro importante matiz en cuyo análisis debemos detenernos. Las consecuencias negativas de la viudez, coinciden en declarar los actores sociales, afectan sobremanera al género masculino. Entre las mujeres existe el convencimiento de que los varones encuentran una dificultad mucho mayor para adaptarse a vivir sin la pareja, imaginando quizás lo que hubiera sido de sus propios esposos en el caso de haber conocido la viudez o habiendo sido testigo de una situación de viudez masculina en su entorno social: a ellos les cuesta más superar esta adversidad, máxime si les sorprende a una edad avanzada y se enfrentan de repente con la soledad:
Lo mismo creen los varones. Si se enviuda en una etapa temprana del curso vital, quedando al frente de una familia monoparental, las mujeres demuestran tener una capacidad superior a los varones para sacarla adelante. Y si la viudez sucede a una edad avanzada, de igual manera, a ellas les cuesta mucho menos adaptarse a las circunstancias, máxime si deben vivir en solitario. En una u otra situación, reconocen los varones, las viudas superan la adversidad y
Al justificar su opinión, los viudos admiten estar menos preparados para mantenerse independientes en casa. Pero añaden otra importante cuestión de género: el escaso apoyo emocional y social que reciben de familiares, vecinos o amigos, en comparación con las viudas. El vecindario, por ejemplo, supone un recurso esencial que ampara a muchas mujeres cuando pierden al cónyuge y pasan a vivir solas, pero del que ellos, en cambio, apenas pueden llegar a disponer. Se quejan de ello especialmente los viudos rurales, quienes deben asumir su soledad siendo testigos de cómo las vecinas se arropan unas a otras, significando una fuente de apoyo cotidiano que ellos no poseen:
Incluso en el seno de la familia, la obtención de apoyo parece guiarse por unas pautas de género diferentes. Los viudos reciben más ayuda de tipo instrumental, porque así lo requieren, pero menos apoyo afectivo y emocional pues, probablemente, ni lo buscan ni lo reclaman en la medida en que suelen hacerlo las viudas. De hecho, abundan las hijas que atienden a sus padres viudos en las labores domésticas, gracias a lo cual pueden mantener su independencia residencial. Pero para desahogarse de la pena, obtener compañía o compartir actividades sociales, no es frecuente que los viudos recurran a ellas. Y tampoco hemos encontrado indicios de que se dirijan a los hijos varones para tal fin. En consecuencia, les resulta más difícil paliar el sentimiento de soledad, tanto en su dimensión emocional como social:
Sean varones o mujeres, las personas mayores también emprenden acciones contra el sentimiento de soledad, tanto en su componente emocional como social. Algunas se orientan a prevenirlo, mientras que otras a paliar su incidencia cuando llegan a sufrirlo. Se trata de prácticas relativamente habituales, parte de las cuales transcurren fuera de la vivienda y parte en su interior, dependiendo del momento de la jornada en que se lleven a cabo. Si es por el día o por la tarde, una estrategia bastante común que utilizan para aliviarse de la soledad es salir a la calle a dar un paseo, realizar visitas o compras improvisadas o motivar encuentros casuales con familiares, vecinos o amigos. Ello les permite distraerse durante un rato, para regresar luego a casa con otro estado de ánimo y habiendo superado ese episodio de incidencia del sentimiento de soledad:
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Por la noche, las posibilidades para combatirla soledad son mucho más reducidas y se limitan a unas pocas actividades dentro del domicilio. Por ejemplo, llamar a alguien por teléfono o distraerse con aficiones como la lectura, el ganchillo o el cuidado de las plantas. De día y de noche, los animales domésticos son una fuente de compañía con la que muchas personas mayores logran mitigar su soledad. Incluso hay quienes dicen entretenerse realizando puntualmente alguna tarea doméstica, aunque para ello suele recurrirse sobre todo a la radio y a la televisión dado que, estén o no atendiendo a sus contenidos, proporcionan una sensación de compañía bastante apreciada si se vive en solitario. Pero lo que más recomiendan los actores sociales, y no ya únicamente para paliar el sentimiento de soledad sino para evitar su aparición, es mantener la mente ocupada en algo:
Nuestro estudio ha analizado cómo afecta el sentimiento de soledad a las personas mayores, particularmente, su relación con la viudedad y con el hecho de residir en un hogar unipersonal. Desde una óptica cualitativa, sus resultados ayudan a comprender lo que encuentran todas las encuestas realizadas: la fuerte vinculación existente entre la viudedad y el sentimiento de soledad (Victor y Bowling
Enviudar y vivir solas conforman una realidad sobrevenida, novedosa en la trayectoria biográfica de estas personas, que trastorna profundamente su existencia tanto dentro como fuera de la vivienda. En el exterior, deben enfrentarse a otro importante riesgo: el sentimiento de soledad social, debido al distanciamiento relacional que se produce de las amistades matrimoniales. La amistad no se pierde, pero las personas mayores, al quedar viudas, dicen encontrarse incómodas compartiendo sus actividades sociales con las casadas. No encajan entre ellas, de modo que prefieren rodearse de iguales, de individuos sin pareja y de su sexo, desarrollando una estrategia de compensación relacional que suele estar sometida al control social, particularmente en el medio rural, pero capaz de suministrar nuevas fuentes de amistad. El paso del tiempo, no obstante, tiende a erosionarlas (por enfermedades, traslados, defunciones), lo que quizás ayude a entender la relación positiva entre edad y soledad que descubren algunos estudios (Nicolaisen y Thorsen
Nuestro estudio también constata diferencias de género en la incidencia de la soledad. En todos los grupos de discusión, incluyendo los realizados con mujeres, se admite que los varones sufren este sentimiento con especial intensidad. La razón expuesta es que encuentran más dificultad para adaptarse a la viudedad, sobre todo si habitan en un hogar unipersonal. Se les ve menos capacitados para mantenerse independientes y más vulnerables a la soledad pues reciben menos apoyo emocional por cuestiones de género: los viudos suelen obtener de la familia la ayuda instrumental que necesitan, pero no siempre el apoyo emocional que precisarían dado que, al ser algo inmaterial, ni los allegados lo perciben ni ellos mismos lo demandan. Además, sus redes sociales poseen una acción limitada, así que están más expuestos al aislamiento. Las de las viudas, en cambio, se componen de un número superior de miembros, relacionándose y apoyándose entre sí cotidianamente y significando un recurso mucho más efectivo contra la soledad social. Coincidimos así con lo afirmado en diversas investigaciones cuantitativas (Utz
Pese a estos hallazgos, nuestro estudio presenta limitaciones. En primer lugar, indaga sobre el sentimiento de soledad en un grupo específico de la población española, las personas mayores. Sería conveniente abordarlo desde la perspectiva del curso vital, generando informaciones que permitan conocer su incidencia en diferentes contextos biográficos. En segundo lugar, se limita a analizar el sentimiento de soledad asociado con la viudedad y los hogares unipersonales. Es necesario investigar cómo afecta a las personas mayores de distinto estado civil y forma de convivencia. En tercer lugar, ofrece exclusivamente un análisis cualitativo del fenómeno. Es preciso complementar sus resultados con otros de naturaleza cuantitativa, que midan su alcance estadístico en España. Aun así, el presente estudio ofrece valiosos resultados sobre una cuestión apenas tratada por la sociología española, el sentimiento de soledad, prestando una atención especial a las diferencias de género. Además, cumpliendo con una demanda de la literatura internacional, distingue entre la soledad emocional y la soledad social, cosa que hasta ahora no han hecho las escasas investigaciones sociales realizadas en nuestro país.
El desarrollo de políticas públicas y programas de intervención social para mejorar la calidad de vida de las personas mayores necesita disponer de conocimiento científico relevante sobre los problemas más frecuentes a que se enfrentan: el sentimiento de soledad es uno los principales, afectando sobre todo a personas viudas, generalmente de edad avanzada, gran parte de las cuales viven solas. El presente trabajo contribuye a aportar tal conocimiento, un conocimiento cuya importancia tenderá a incrementarse en el futuro habida cuenta de que España, como el resto de los países occidentales, continuará registrando un proceso de envejecimiento demográfico, de manera que las personas mayores seguirán aumentando su relevancia social. En la medida en que siga retrocediendo la convivencia intergeneracional, tal como viene ocurriendo durante las últimas décadas (López y Díaz