Revista Internacional de Sociología 80 (1)
enero-marzo, e200
ISSN: 0034-9712, eISSN: 1988-429X
https://doi.org/10.3989/ris.2022.80.1.20.118

INCLUIR Y REPRESENTAR EN ESPACIOS MILITANTES: IDENTIDAD COLECTIVA Y FEMINIZACIÓN DEL ACTIVISMO EN LA PLATAFORMA DE AFECTADAS POR LA HIPOTECA

INCLUDING AND REPRESENTING IN ACTIVIST SPACES: COLLECTIVE IDENTITY AND FEMINIZATION OF ACTIVISM IN THE PLATFORM OF PEOPLE AFFECTED BY MORTGAGES

Montserrat Emperador Badimon

Universidad Lumière-Lyon 2 y laboratorio Triangle (CNRS)

https://orcid.org/0000-0001-7938-0875

Resumen

Un desafío para los colectivos por el derecho a la vivienda es lograr una amplia movilización. Para la Plataforma de Afectadas por la Hipoteca (PAH), este objetivo de inclusión pasa por la promoción de una identidad colectiva basada en la transversalidad de la inseguridad habitacional y por la feminización del activismo. Este artículo explora las implicaciones de este doble trabajo, identitario y de feminización, así como su resultado ambivalente en materia de inclusión y de representación. Si bien es cierto que en la PAH predominan las mujeres y hay una elevada participación de activistas de origen migrante, la representación de la experiencia especifica de las mujeres racializadas y/o extranjeras queda diluida en el tipo de identidad colectiva promovida. A partir de una investigación cualitativa, se articula el enfoque cultural de los movimientos sociales, la sociología del trabajo feminista y el enfoque interseccional.

Palabras clave: 
Activismo por la vivienda; Identidad colectiva; Inclusión; Interseccionalidad; Relaciones de género; Representación
Abstract

A challenge for housing rights organizations is to mobilize widely. For the Platform of People Affected by Mortgages (PAH), inclusion relies on a transversal collective identity, grounded on the experience of housing insecurity, and on the “feminization of activism”. This paper unfolds the implications of identity and feminization work, and its results in terms of inclusion and representation. It considers that PAH’s collective identity built around the ideal of a family dilutes the specific experience of immigrant and/or racialized women. The analysis, based on a qualitative survey, articulates the cultural approach of social movements, feminist sociology of work and intersectional perspective.

Keywords: 
Collective identity; Gender relations; Housing activism; Inclusion; Intersectionality; Representation

Recibido: 12/9/2020. Aceptado: 01/7/2021. Publicado: 08/04/2022

MONTSERRAT EMPERADOR BADIMON es doctora en Ciencia Política por el Institut d’études politiques de Aix-en-Provence (Francia). En la actualidad, es profesora titular de Ciencia Política en la Facultad de Antropologia, Sociología y Ciencia Política de la Universidad Lumière-Lyon 2, y miembro del laboratorio Triangle, del Conseil National de la Recherche Scientifique (CNRS). Sus líneas de investigación son los movimientos sociales en el Magreb y las movilizaciones por el derecho a la vivienda y contra la gentrificación en España, Francia y Québec (Canada).

Cómo citar este artículo/Citation: Emperador Badimon, M. 2022. Incluir y representar en espacios militantes: identidad colectiva y feminización del activismo en la Plataforma de Afectadas por la Hipoteca, Revista Internacional de Sociología 80(1):e200. https://doi.org/10.3989/ris.2022.80.1.20.118

CONTENIDO

El acceso a la vivienda ha sido y sigue siendo central en la agenda de los movimientos sociales en el Estado español. Así lo evidencian episodios como las huelgas de alquileres de los años 1930 (Aisa 2014Aisa, M. 2014. La huelga de alquileres y el Comité de defensa económica. Barcelona: El Lokal.), el movimiento vecinal durante el franquismo y la transición (Pérez Quintana y Sánchez León 2008Pérez Quintana, V. y P. Sánchez León. 2008. Memoria ciudadana y movimiento vecinal. Madrid 1968-2008. Madrid: Los Libros de la Catarata.) y el movimiento okupa durante los años 1990 (Adell Argilés y Martínez 2004Adell Argilés, R. y M. A. Martínez (eds). 2004. ¿Dónde están las llaves? El movimiento okupa: prácticas y contextos sociales. Madrid: Los Libros de la Catarata.). El movimiento por el derecho a la vivienda toma un nuevo impulso durante el periodo expansionista de inicios de los 2000, que ve nacer a V de Vivienda en 2006 (Aguilar y Fernández Gibaja 2010Aguilar Fernández, S. y A. Fernández Gibaja. 2010. “El movimiento por la vivienda digna en España o el porqué del fracaso de una protesta con amplia base social”. Revista Internacional de Sociología 68(3): 679-704. https://doi.org/10.3989/ris.2008.12.01 .) y, sobre todo, a partir de la crisis financiera de 2008. En la actualidad, este movimiento goza de una enorme visibilidad a través de organizaciones como la Plataforma de Afectadas por la Hipoteca (PAH, fundada en 2009), los colectivos locales de vivienda surgidos al calor del movimiento de los Indignados a partir de 2011 y el Sindicato de Inquilinas e Inquilinos (fundado en 2017). La PAH ha marcado especialmente la agenda política y el debate público de los últimos años, mediante la práctica de la desobediencia civil para parar desahucios y el despliegue de campañas para promover reformas legislativas garantistas del derecho a la vivienda (D’Adda et al. 2022D’Adda, G., M. Emperador Badimon, E. Sala, L. Sanmartín, F. G. Santos y E. Ramón (eds). 2022. La PAH. Una década de lucha por el derecho a la vivienda. Barcelona: Bellaterra Edicions. ; Ancelovici y Emperador Badimon 2019Ancelovici, M. y M. Emperador Badimon. 2019. “Résister à la crise sur le pas de la porte. La lutte contre la dette et pour le droit au logement en Espagne”. Mouvements 97: 94-103. http://dx.doi.org/10.3917/mouv.097.0094.).

Un desafío mayor para los colectivos por el derecho a la vivienda es lograr una amplia movilización y ser reconocidos como representantes legítimos de las personas en situación de inseguridad habitacional (Tilly 1978Tilly, C. 1978. From Mobilization to Revolution. Reading, Massachusetts: Addison-Wesley.). Este artículo se centra en la manera como la PAH aborda el desafío de la movilización, partiendo de la idea de que, para atraer y afianzar el compromiso de los miembros, es necesario ofrecer un espacio inclusivo en el que se valore la contribución de personas con competencias diversas. Tomando como punto de anclaje teórico el enfoque cultural de los movimientos sociales, que ve en la identidad colectiva un instrumento de movilización (Flesher Fominaya 2019Flesher Fominaya, C. 2019. “Collective Identity in Social Movements: Assessing the Limits of a Theoretical Framework” en D. A. Snow, S. A. Soule, H-P. Kriesi y H. J. McCammon (eds). The Wiley Blackwell Companion to Social Movements, 2nd edition. London: Wiley/Blackwell: 429-445.; Polletta y Jasper 2001Polletta, F. y J. M. Jasper. 2001. “Collective identity and social movements”. Annual Review of Sociology 27(1): 283-305. https://doi.org/10.1146/annurev.soc.27.1.283.; Snow 2001Snow, D. 2001. “Collective Identity and Expressive Forms”. University of California, Irvine eScholarship Repository. Acceso en línea: https://escholarship.org/uc/item/2zn1t7bj (consultado en abril de 2021).), el articulo plantea dos preguntas: ¿de qué manera el trabajo identitario genera inclusión política?, e ¿incluir supone representar la diversidad de experiencias reunidas en el seno del colectivo militante?

En la PAH, el objetivo de inclusión se traduce en un doble trabajo político: en primer lugar, de elaboración de una identidad colectiva “familiar” basada en la transversalidad de la experiencia de la inseguridad habitacional; y, en segundo lugar, de feminización del activismo, es decir, de búsqueda de procedimientos y prácticas de valorización de la contribución de las mujeres al grupo. El nexo de unión de estas dos dimensiones es el reconocimiento de la importancia del trabajo de cuidados (Carrasco 2005Carrasco, C. 2005. “La paradoja del cuidado: necesario pero invisible”. Revista de economía critica 5: 39-64.), habitualmente prodigado por las mujeres, para garantizar la viabilidad de la movilización. El resultado de dicho trabajo político parece satisfacer el objetivo de inclusión: en la PAH predominan las mujeres y participan muchísimos activistas de origen migrante (Ravelli 2018Ravelli, Q. 2018. “Peut-on parler d’un mouvement postcolonial en Espagne ? ‘Jour de la Race’ et lutte indigène contre les banques”. Mouvements 94(2): 126-140. https://doi.org/10.3917/mouv.094.0126.; Suarez 2017Suarez, M. 2017. “Debt Revolts: Ecuadorian foreclosed families at the PAH in Barcelona”. Dialectical Anthropology 41(3): 263-277. https://doi.org/10.1007/s10624-017-9455-8.). Sin embargo, esta inclusión conlleva un déficit de representación de la experiencia especifica de las mujeres racializadas.

El artículo se organiza en cinco secciones. En primer lugar, se expone el marco teórico en el que se basa el análisis, que articula el enfoque cultural de los movimientos sociales, la sociología del trabajo feminista y la perspectiva interseccional. En segundo lugar, se presentan los datos y métodos a partir de los cuales se construye el análisis. Las secciones tercera y cuarta tratan de las dos dimensiones del abordaje del reto de la movilización por la PAH: la elaboración de una identidad colectiva familiar y el conjunto de prácticas y procedimientos de feminización del activismo. En último lugar, se presenta el resultado, en términos de inclusión y de representación, de este trabajo político.

MARCO TEÓRICO: UNA PERSPECTIVA FEMINISTA E INTERSECCIONAL DE LA PRODUCCIÓN DE IDENTIDADES COLECTIVAS EN LOS COLECTIVOS MILITANTES

 

El enfoque cultural de los movimientos sociales propone la noción de identidad colectiva para analizar la manera como las organizaciones intentan la movilización social. El interés suscitado por la noción en los últimos veinte años ha dado lugar a definiciones diversas. Algunas presentan la identidad colectiva como un proceso fundamentalmente individual, de conexión cognitiva, moral y emocional experimentada por una persona hacia una comunidad más amplia (Polletta y Jasper 2001Polletta, F. y J. M. Jasper. 2001. “Collective identity and social movements”. Annual Review of Sociology 27(1): 283-305. https://doi.org/10.1146/annurev.soc.27.1.283.). Otras destacan el aspecto colectivo de su elaboración, de manera que la identidad colectiva sería la percepción común e interactiva de un “nosotros y nosotras” y de una capacidad de agencia colectiva, anclada en atributos y experiencias compartidas, sean estas reales o imaginadas (Snow 2001Snow, D. 2001. “Collective Identity and Expressive Forms”. University of California, Irvine eScholarship Repository. Acceso en línea: https://escholarship.org/uc/item/2zn1t7bj (consultado en abril de 2021).). Este artículo combina las dos concepciones: la identidad colectiva no existe sin que las personas la reconozcan a través de sus autopercepciones, como tampoco puede ser elaborada ni mantenida sin acción colectiva ni interacción interpersonal.

La identidad colectiva “se expresa a través de un lenguaje común, y se realiza a través de una serie de rituales, prácticas y artefactos culturales” (Melucci 1995Melucci, A. 1995. “The process of collective identity”. Pp. 41-63 en Social Movements and Culture, editado por H. Johnston y B. Klandermans. Minneapolis: University of Minnesota Press., citado por Flesher Fominaya 2019: 433Flesher Fominaya, C. 2019. “Collective Identity in Social Movements: Assessing the Limits of a Theoretical Framework” en D. A. Snow, S. A. Soule, H-P. Kriesi y H. J. McCammon (eds). The Wiley Blackwell Companion to Social Movements, 2nd edition. London: Wiley/Blackwell: 429-445.), “marcadores” que permiten reconocerse entre sí y distinguirse de las demás personas. A lo largo de este proceso, los grupos priorizan ciertos aspectos de identificación en detrimento de otros. Puesto que “las identidades grupales son promovidas por individuos portadores, potencialmente, de múltiples identidades, los activistas de las organizaciones de movimiento social deben negociar entre diferentes identidades cuando preparan aspectos tales como el enmarcado de los problemas, las tácticas y las estrategias” (Beckwith 2014: 18Beckwith, K. 2014. “Gender, Class, and the Structure of Intersectionality: Working-Class Women and the Pittston Coal Strike”. Politics, Groups, and Identities 2(1): 17-34. https://doi.org/10.1080/21565503.2013.872042.). Al priorizar algunos elementos de identificación supuestamente compartidos, otros elementos corren el riesgo de ser ignorados; esto puede desembocar en un déficit de representación de personas cuyos intereses el grupo pretende defender, pero cuyas especificidades son silenciadas.

La teoría feminista proporciona herramientas para analizar estos fenómenos de priorización y de invisibilización, así como el déficit de representación en el que pueden incurrir los movimientos. Una de estas herramientas es el desenmascaramiento de la “ideología de la neutralidad” (Acker 1990Acker, J. 1990. “Hierarchies, Jobs, Bodies: A Theory of Gendered Organizations”. Gender & Society 4(2): 139- 158. https://doi.org/10.1177/089124390004002002.), que concibe al agente de la protesta como un actor “etéreo”, cuya posición en el espacio social (su sexo y su género, por ejemplo) no tendría ningún impacto. Al contrario, los procesos que conducen o subyacen a las protestas, tales como el reclutamiento, la definición de tácticas y de estrategias, la formulación de reivindicaciones, o la interacción entre el movimiento y su entorno, son procesos sexuados (Fillieule 2009Fillieule, O. 2009. “Travail militant, action collective et rapports de genre” Pp. 23-72 en Le sexe du militantisme, editado por O. Fillieule y P. Roux. Paris: Presses de Sciences Po; Einwohner, Hollander y Toska 2000Einwohner, R., J. Hollander y O. Toska. 2000. “Engendering Social Movements. Cultural Images and Movement Dynamics”. Gender and Society 14(5): 679-699. https://doi.org/10.1177/089124300014005006.; Beckwith 1996Beckwith, K. 1996. “Collective identities of class and gender: Working-class women in the Pittston coal strike”. Political Psychology 19(1): 147-67. https://doi.org/10.1111/0162-895X.00097.; Neuhauser 1995Neuhauser, K. 1995. “Worse than Men’. Gendered mobilization in an Urban Brazilian Squatter Settlement”. Gender and Society 9(1): 38-59. https://doi.org/10.1177/089124395009001003.). Como tales, implican dinámicas de diferenciación, naturalización y jerarquización entre los grupos de sexo, arraigadas en el contrato sexual que sustenta la frontera entre lo “público” y lo “privado” y la dominación masculina (Pateman 2015Pateman, C. 2015. “Sexual contract”. Pp. 1-3 en The Wiley Blackwell Encyclopedia of Gender and Sexuality Studies, editado por N. Naples, M. Wickramasinghe, W. A. Wong y R. C. Hoogland. Hoboken, NJ: John Wiley & Sons, Ltd. https://doi.org/10.1002/9781118663219.wbegss468.). La teoría política feminista señala que la presencia de mujeres en los espacios políticos es fundamental para el ejercicio de su representación política, en el sentido del reconocimiento de sus intereses específicos como grupo (Phillips 1995Phillips, A. 1995. The Politics of Presence. Oxford: Oxford University Press. http://dx.doi.org/10.1093/0198294158.001.0001.). Pero los obstáculos que se interponen en sus trayectorias de participación son múltiples: estructurales (menos recursos que los hombres), situacionales (el hecho de que se atribuya a las mujeres el trabajo doméstico y de cuidados) y de socialización (normas de género que desincentivan el interés por la esfera pública de las mujeres o estigmatizan su acceso) (Verge y Tormos 2012Verge, T. y R. Tormos Marín. 2012. “La persistencia de las diferencias de género en las actitudes políticas”. Revista española de investigaciones sociológicas 138:89-108. https://doi.org/10.5477/cis/reis.138.899.; Burns, Schlozman y Verba 2001Burns, N., L. K. Schlozman y S. Verba. 2001. The private roots of public action. Gender, equality and political participation. London: Harvard University Press.). Por eso, los marcos analíticos de la sociología del trabajo feminista que proponen una concepción amplia del trabajo (como trabajo doméstico gratuito y de cuidados, empleo asalariado y participación sociopolítica; cf. Sagastizábal 2019Sagastizábal, M. 2019. “La triple presencia. Un acercamiento a la participación sociopolítica desde una perspectiva feminista”. Política y Sociedad 56(3): 779-798. https://doi.org/10.5209/poso.63686.; Molinier y Legarreta 2016Molinier, P. y M. Legarreta. 2016. “Subjetividad y materialidad del cuidado: ética, trabajo y proyecto político”. Papeles del CEIC 1: 1-14. http://dx.doi.org/10.1387/pceic.15319.; Torns 2008Torns, T. 2008. “El trabajo y el cuidado: Cuestiones teórico-metodológicas desde la perspectiva de género”. EMPIRIA. Revista de metodología de ciencias sociales 15: 53-73. https://doi.org/10.5944/empiria.15.2008.1199.; Glucksmann 2005Glucksmann, M. 2005. “Shifting boundaries and interconnections: Extending the ‘total social organisation of labour’”. The Sociological Review 53: 19-36. https://doi.org/10.1111/j.1467-954X.2005.00570.x.), son útiles para aprehender el potencial inclusivo de prácticas militantes que valorizan aptitudes habitualmente consideradas “femeninas” y que reconocen la importancia de los cuidados para la sostenibilidad de todos los procesos sociales (Carrasco 2005Carrasco, C. 2005. “La paradoja del cuidado: necesario pero invisible”. Revista de economía critica 5: 39-64.; Herd y Harrington Meyer 2002Herd, P. y M. Harrington Meyer. 2002. “Care work: Invisible civic engagement”. Gender and Society 16 (5): 665-88. https://doi.org/10.1177/089124302236991.). Subrayando su valor e integrando su ejecución en el espacio militante (por ejemplo, socializando la atención a los y las menores), se facilita la inclusión de mujeres y se favorece la viabilidad de la protesta.

Pero facilitar la inclusión de mujeres en los espacios políticos no garantiza una representación adecuada de su diversidad de experiencias e intereses. Estos no se articulan exclusivamente en torno al género, puesto que la raza, la clase, el origen nacional, las capacidades diversas también son fuente de identificación y productores de relaciones de poder (West y Fenstermaker 1995West, C. y S. Fenstermaker. 1995. “Doing Difference”. Gender and Society 9(1):8-37. https://doi.org/10.1177/089124395009001002.). Con raíces en el Black feminism y el activismo feminista y antirracista, el enfoque interseccional arroja luz sobre las tensiones inherentes a los procesos de elaboración de la identidad colectiva y de representación derivadas de las diferencias definidas en relación con la raza, la clase, la nacionalidad, etc. Este enfoque emerge como critica a la tendencia de los movimientos sociales a priorizar las necesidades e intereses de sus miembros más privilegiados y a excluir los de sus miembros con menos privilegios (Hill Collins 1990Hill Collins, P. 1990. Black Feminist Thought. Knowledge, consciousness and the politics of empowerment. London: Routledge. ; Crenshaw 1989Crenshaw, K. 1989. “Demarginalizing the intersection of race and sex. A black feminist critique of antidiscrimination doctrine, feminist theory and anti-racist politics”. University of Chicago Legal Forum, 139-167.; Moraga y Anzaldúa 1984Moraga, C. y G. Anzaldúa. 1984. This Bridge Called My Back: Writings by Radical Women of Color. New York: Kitchen Table.). Refiriéndose concretamente a la experiencia particular de dominación de las mujeres afroamericanas (por la intersección de las opresiones de género, clase, raza y sexualidad), Crenshaw constata la representación deficitaria que estas obtienen del movimiento feminista (escorado en un ideal de experiencia femenina única) y del movimiento antirracista (que construye su causa a partir de la experiencia del “hombre” perteneciente a las minorías). La noción de interseccionalidad ha dado lugar a desarrollos posteriores sobre la dinámica y las facetas del poder, mostrando que, en función del contexto, “un individuo puede ser opresor, miembro de un grupo oprimido, o simultáneamente opresor y oprimido” (Hill Collins 1990: 224Hill Collins, P. 1990. Black Feminist Thought. Knowledge, consciousness and the politics of empowerment. London: Routledge. ).

En este artículo, los enfoques feminista e interseccional completan el enfoque cultural de los movimientos sociales para aprehender de qué manera la elaboración de una identidad colectiva “familiar” y la valorización de aptitudes y tareas asociadas a “lo femenino” (como los cuidados), han favorecido la inclusión de mujeres y de personas migrantes en la PAH. Pero estas herramientas teóricas también son útiles para desvelar cómo este “nosotros familiar” silencia las experiencias particulares de personas con identidades interseccionales (mujeres migrantes, racializadas, con poco bagaje cultural y político), cuyo déficit de representación está impreso en la manera de implicarse en el grupo, puesto que la división del trabajo militante contribuye a su estabilidad. De nuevo, la sociología feminista del trabajo nos resulta útil para entender de qué manera la organización de las tareas en el espacio activista revela relaciones de dominación o contribuye a su mantenimiento.

Como en todas las situaciones de trabajo, militar consiste en realizar tareas: algunas son invisibles (como barrer el local de reunión), mientras que otras reciben mayor atención (como ejercer de portavoz). La distribución de las tareas suele operarse de manera implícita, según las habilidades y apetencias de cada uno y una. Pero estas habilidades y apetencias son a menudo “supuestas” en función de propiedades sociales (edad, sexo, raza, bagaje escolar y cultural, experiencia política, etc.). Además, estas repercuten sobre la jerarquización de las tareas, lo que la sociología feminista entiende como división del trabajo resultante de las relaciones sociales de dominación (o rapports sociaux; cf. Kergoat 2010Kergoat, D. 2010. “Le rapport social de sexe de la reproduction des rapports sociaux à leur subversion” Pp. 60-75 en Les rapports sociaux de sexe, dirigido por A. Bidet-Mordrel. Paris: PUF/Actuel Marx. https://doi.org/10.3917/puf.colle.2010.01.0060.).

Kergoat define el rapport social (relación social de dominación), como “una tensión que atraviesa la sociedad y que se cristaliza en problemas o retos (enjeux) en torno a los cuales los seres humanos se confrontan de manera permanente” (Kergoat 2010: 63Kergoat, D. 2010. “Le rapport social de sexe de la reproduction des rapports sociaux à leur subversion” Pp. 60-75 en Les rapports sociaux de sexe, dirigido por A. Bidet-Mordrel. Paris: PUF/Actuel Marx. https://doi.org/10.3917/puf.colle.2010.01.0060.). Estos problemas o retos son constitutivos de grupos sociales, que no vienen dados de una vez por todas, sino que se crean por la dinámica de las relaciones sociales, y que se relacionan jerárquicamente. El resultado del rapport social de sexo es una división sexual del trabajo consistente en la “asignación de los hombres a la esfera productiva y de las mujeres a la esfera reproductiva, además de la captación por los hombres de las funciones con mayor valor añadido” (Kergoat, citada por Dunezat 2016: 182Dunezat, X. 2016. “La sociologie des rapports sociaux de sexe: une lecture féministe et matérialiste des rapports hommes/femmes”. Cahiers du genre 3(4): 175-198. https://doi.org/10.3917/cdge.hs04.0175.). Esta división reposa sobre un principio de separación que asigna trabajos distintos a los hombres y a las mujeres, y un principio de jerarquización, que hace que el trabajo de un hombre valga más que el de una mujer. En el ámbito militante, lo que está en juego con el rapport social de sexo es la apropiación colectiva del trabajo de las mujeres (Kergoat 2012Kergoat, D. 2012. Se battre, disent-elles. Paris: La Dispute.), que necesita que la contribución de las mujeres sea invisibilizada

“en el sentido de no ofrecer retribuciones, ni materiales (como adquirir competencias útiles para una carrera política, por ejemplo) ni simbólicas (no se valora, se percibe como una simple continuación de aptitudes naturales), a pesar de ser indispensable para el buen funcionamiento de los colectivos y de las luchas” (Fillieule 2009: 52Fillieule, O. 2009. “Travail militant, action collective et rapports de genre” Pp. 23-72 en Le sexe du militantisme, editado por O. Fillieule y P. Roux. Paris: Presses de Sciences Po).

Pero los rapports sociaux son múltiples: ninguno de ellos determina la totalidad del campo que estructura, sino que conjuntamente “tejen la trama de la sociedad e impulsan su dinámica” (Kergoat 2010: 63Kergoat, D. 2010. “Le rapport social de sexe de la reproduction des rapports sociaux à leur subversion” Pp. 60-75 en Les rapports sociaux de sexe, dirigido por A. Bidet-Mordrel. Paris: PUF/Actuel Marx. https://doi.org/10.3917/puf.colle.2010.01.0060.). Al ser consubstanciales, tampoco producen efectos “por separado”, de modo que la manera como se distribuyen y se reconocen las tareas realizadas sigue las líneas de tensión asociadas a los diferentes rapports: de raza, de clase, de bagaje cultural y político (Dunezat 2017Dunezat, X. 2017. “L’articulation entre travail domestique et travail militant. Le cas des ‘mouvements de sans’ en France”. Recherches féministes 30(2): 255-275. https://doi.org/10.7202/1043932ar. ). En el nodo de la PAH que nos interesa, la distribución de las tareas militantes revela que la combinación de propiedades sociales influye en la posición ocupada en la división del trabajo (es decir, en la posibilidad de asumir tareas que requieren competencias específicas o no). Observando esta división, se puede concluir que las personas más invisibilizadas por el tipo de identidad promovido en la PAH, es decir las mujeres racializadas, migrantes y con poco bagaje cultural y político, ocupan posiciones desde las que es difícil influir sobre el proceso de elaboración identitaria.

EL TERRENO: DATOS Y METODOLOGÍA

 

En este artículo, analizo parte de los datos recopilados en el marco de una investigación cualitativa realizada entre 2013 y 2019 sobre el nodo de la PAH de una gran ciudad del Estado español. El trabajo de campo se realizó de manera intermitente (durante estadías de 2 semanas con una frecuencia media de 3 meses), en binomio con Marcos Ancelovici, profesor del departamento de Sociología de la Université du Québec à Montréal (Canadá). Antes de presentar las técnicas de recogida de datos utilizadas, es preciso exponer algunos elementos sobre el funcionamiento de la PAH, así como de mi inserción en el terreno.

La PAH reúne a dos categorías de activistas. La primera, mayoritaria, es la de los y las afectadas por un problema de vivienda. En los primeros años de vida de la organización, el problema habitacional de la mayoría de activistas afectadas y afectados tenía que ver con el acceso a la propiedad mediante una hipoteca: algunos miembros llegaban a la PAH con dificultades para afrontar las mensualidades del préstamo, otros llegaban al grupo después de que su hipoteca hubiera sido ejecutada y la vivienda subastada, en otras ocasiones se trataba de avalistas que corrían el riesgo de perder su vivienda. A partir del año 2016, coincidiendo con el inicio de una marcada tendencia al aumento de los alquileres, la casuística de la inseguridad habitacional se complejiza. Actualmente, la PAH acoge, además de afectadas y afectados por la hipoteca, a personas previamente desahuciadas por hipoteca cuyos acreedores rechazan renovar el contrato de alquiler social acordado unos años antes, a personas que no pueden hacer frente al aumento del alquiler, a ocupantes en precario amenazados por un eventual desahucio o a personas alojadas en espacios insalubres y víctimas de acoso inmobiliario, entre otras situaciones. La segunda categoría de activistas de la PAH es la de los y las “no afectadas”, que remite al perfil clásico del “militante por consciencia” (McCarthy y Zald 1977McCarthy, J.D. y M.N. Zald. 1977. “Resource mobilization and social movements: a partial theory”. American Journal of Sociology 82(6): 1212-1241. https://doi.org/10.13140/RG.2.1.4326.4080.): aquel que, a priori, no se beneficia directamente de los frutos de la acción colectiva. Se trata, en general, de personas con un nivel escolar elevado, a menudo con experiencia política y militante previa, predominantemente de nacionalidad española y/o no racializadas 1 Se trata, a veces, de estudiantes e investigadores universitarios, españoles o de otras nacionalidades, que militan en el colectivo al tiempo que lo observan y estudian. . En ciudades como Barcelona y Madrid, algunas de estas militantes han desarrollado carreras en la política institucional después de su paso por la PAH, llegando a alcanzar puestos de ministra, alcalde, diputada y concejala municipal2 Algunos ejemplos conocidos son los de las fundadoras Ada Colau (alcaldesa de Barcelona) y Lucia Martin (diputada en el Congreso y, posteriormente, concejala municipal), o el de Irene Montero (ministra). .

En el nodo en el que se realizó el trabajo de campo, las y los activistas tienen dos puntos de encuentro semanal: la reunión de bienvenida y la asamblea. Como indica su nombre, la reunión de bienvenida es el punto de acogida de las personas que llegan a la PAH por vez primera y en ella se reserva un tiempo para presentar el colectivo y su funcionamiento. Es también el espacio donde se realiza el asesoramiento colectivo, es decir, el seguimiento conjunto y periódico de los casos de inseguridad habitacional planteados por los y las afectadas. La segunda reunión semanal, la asamblea, sirve para planificar campañas o para discutir sobre cuestiones vinculadas con la orientación estratégica del grupo. Existen, además, diferentes comisiones (comunicación, jurídica, de acciones, etc.) capitaneadas por un grupo de coordinación.

Mi inserción en el terreno se hizo a través de las reuniones de bienvenida y asambleas, y participando en acciones de protesta (sobre todo, paros de desahucio y ocupaciones de agencias bancarias). En todas mis interacciones, hice público mi condición de profesora e investigadora. Ante la multiplicidad de tareas propuestas por la PAH, me limité a asumir aquellas de ejecución colectiva y que no requerían competencias técnicas particulares: “hacer bulto” en ocupaciones de bancos, “sumar una más” en marchas y acciones, “poner el cuerpo” en bloqueos de desahucio y “poner la voz” al canto de eslóganes. El hecho de ocupar esta posición en la división del trabajo respondía a una postura ética: por el hecho de residir en el extranjero, involucrarme en tareas que requiriesen continuidad y presencia hubiera muy probablemente conducido a dejar las cosas a medio hacer. Las únicas tareas en las que podía implicarme sin “dejar en la estacada” al grupo eran aquellas de ejecución colectiva y planificadas de antemano por otras personas. Se trataba, además, de intentar controlar el impacto, en términos de dominación, que mi identidad social (profesora en una universidad extranjera, aunque oriunda del lugar de implantación del nodo observado y no racializada) hubiera podido tener en las interacciones en el seno del grupo. Pero la posición que ocupé en la división del trabajo no fue exclusivamente aquella que me “confeccioné” atendiendo a criterios éticos, sino también la que el grupo me permitió asumir. Como analicé en otra publicación (Emperador Badimon 2017Emperador Badimon, M. 2017. “Observer le militantisme par intermittence : les effets de la discontinuité sur le terrain”. Politix 30(118): 209-232. https://doi.org/10.3917/pox.118.0207.), el carácter intermitente de mi presencia en la PAH se tradujo en la dificultad de forjarme un rol dentro del grupo, inteligible para los otros miembros del colectivo. Fue desde esta posición particular en la división del trabajo militante que pude comprobar que el hecho de disponer de ciertas propiedades sociales permite una gran movilidad a través de las diversas tareas disponibles en el grupo, mientras que el hecho de disponer de otras reduce el rango de tareas asumibles: mientras que todas y todos podíamos “hacer bulto”, no todas ni todos podíamos participar en la interlocución con la comitiva judicial durante un desahucio, por ejemplo.

De lo que precede, se deduce que la observación participante fue una de las principales técnicas de recogida de datos utilizada en esta investigación. La observación de una treintena de reuniones y de protestas permitió identificar procedimientos, prácticas y gestos vinculados a los procesos de elaboración de la identidad colectiva y de feminización del activismo. El contacto establecido con activistas durante las acciones y reuniones permitió la realización de entrevistas semidirigidas. 25 personas nos concedieron entrevistas de entre una y dos horas y media de duración (con algunas de estas personas se realizaron dos entrevistas separadas por un intervalo de varios años). Nueve de estas entrevistas, realizadas con mujeres nacidas en España y en el extranjero, racializadas y no racializadas, invitaban a abordar su experiencia personal en la organización, en cuanto que mujeres 3 Las 25 entrevistas realizadas se distribuyen de la siguiente manera: 18 mujeres y 7 hombres; 15 personas afectadas y 10 no afectadas; 16 activistas nacidas y nacidos en el Estado español y 9 en el extranjero (aunque parte de estas personas ostenta la ciudadanía española). Las 9 entrevistas que abordan específicamente la experiencia como mujer en la PAH se realizaron con 6 mujeres nacidas en el extranjero (Magreb y América latina) y con 3 mujeres nacidas en España, y fueron las únicas que realicé en solitario, sin la participación de Marcos Ancelovici. . No obstante, todas las entrevistas y conversaciones informales, abordasen o no explícitamente cuestiones de género, aportaron elementos relativos al tipo de sujeto político y a las prácticas valoradas en la PAH que contribuyeron al análisis de la elaboración de la identidad colectiva y de la feminización del activismo. Todas las entrevistas fueron grabadas después de obtener el consentimiento explícito oral de las personas implicadas y fueron transcritas posteriormente para facilitar su análisis, en el que no se usó ningún programa informático.

La ultima técnica de recogida de datos fue el análisis documental, de fuentes secundarias, informes elaborados por la PAH y de prensa. En este artículo, tiene especial protagonismo el análisis de piezas periodísticas audiovisuales, que me permite objetivar aspectos de la división del trabajo militante que percibí participando en las protestas y reuniones, sobre todo en lo relativo a la toma de la palabra. Se procedió a un recuento de las menciones a la PAH en la televisión y radio públicas del territorio de implantación del nodo observado, entre febrero de 2009 y enero del 2019. Para ello, se utilizó el motor de búsqueda del sitio web de la Corporación de medios audiovisuales de la Comunidad autónoma en cuestión. La búsqueda con el término “PAH” dio como resultado 911 entradas (después de descartar numerosas repeticiones) y se distinguieron las piezas en las que intervenían directamente miembros del grupo (110 crónicas) del resto. Posteriormente, se analizaron aspectos retóricos de las intervenciones de los miembros de la PAH en las piezas (quién habla en primera persona sobre su caso particular y quién habla en nombre de las demás personas), que revelaron correlaciones entre ciertas propiedades sociales y modalidades de toma de la palabra.

UNA IDENTIDAD COLECTIVA “FAMILIAR”

 

El tema en torno al cual la PAH se moviliza es inequívoco: la necesidad de garantizar el derecho a la vivienda en un contexto de crisis habitacional. Desde su creación en 2009, el diagnóstico de esta crisis ha ido evolucionando con el perfil de las personas que se acercaban a la organización: si durante sus primeros años se vinculaba la crisis de la vivienda a la problemática de los y las propietarias hipotecadas, ahogadas por acreedores que abusaban de prácticas fraudulentas 4 Prácticas tales como la sobrevalorización de los bienes inmuebles, la atribución de préstamos superiores al valor del bien inmueble, la inserción de cláusulas abusivas o de seguros ocultos en los contratos de hipoteca, la ocultación de información o atribución de préstamos sin condiciones de seguridad, la práctica de avales cruzados y de hipotecas multidivisas, etc. , a partir de la segunda mitad de los años 2010, el diagnóstico incorpora también la problemática de los alquileres descontrolados y de la pobreza energética.

Para reclutar miembros y afianzar su compromiso, los movimientos sociales deben proporcionar alguna forma de reconocimiento mutuo y de vinculación emocional al colectivo. La identidad colectiva es el resultado, siempre cambiante, de este proceso en el que se generan “marcadores identitarios”, ritos, gestos y referentes a través de los cuales los miembros se reconocen mutuamente o se distinguen de “otros” externos. En la PAH, el atuendo es un marcador identitario visible, puesto que en la mayoría de las acciones, los miembros suelen vestir una camiseta verde con el logo del grupo. Otro marcador identitario es el referente de la “familia”, que toma cuerpo a través de fórmulas desplegadas repetidamente en las reuniones de bienvenida, en las que se escuchan a menudo frases como: “Este es el mejor lugar donde podríais estar. Aquí nadie está solo, la PAH es una gran familia” (reunión de bienvenida, abril de 2014). La “familia PAH” se representa cimentada en torno al denominador común de la inseguridad habitacional. Su declinación es variada, pero lo que cuenta es su transversalidad, puesto que la inseguridad habitacional puede afectar a todas y a todos, con independencia de la edad, origen o clase social. Según la elaboración discursiva del referente familiar, el hecho de estar en riesgo de perder su vivienda (o de experimentar dificultades para mantenerla) y de haber tomado la decisión de acercarse a la PAH, lo convierten a uno o a una en miembro de la familia.

Más allá de las reuniones, las redes sociales contribuyen a reproducir y consolidar el referente familiar. En el nodo observado, existen canales de Telegram o Whatsapp usados para intercambiar noticias, reacciones, vivencias, de los miembros del grupo. Del mismo modo, se organizan momentos lúdicos que evocan intensamente el imaginario familiar: fiestas de aniversario, comidas de Navidad, entrega de regalos para los y las hijas de las personas activistas en el día de Reyes, etc. Si este referente familiar perdura en el tiempo, también es porque los miembros lo incorporan a sus percepciones:

“A los de casa no les cuento nada, porque no les quiero preocupar. Yo me lo trago todo, y sólo lo comparto con la gente de la PAH, con mi familia en la PAH” (entrevista, abril 2014).

La familia (re)creada en la PAH genera emociones conductoras de compromiso individual con el colectivo (Flesher Fominaya 2019Flesher Fominaya, C. 2019. “Collective Identity in Social Movements: Assessing the Limits of a Theoretical Framework” en D. A. Snow, S. A. Soule, H-P. Kriesi y H. J. McCammon (eds). The Wiley Blackwell Companion to Social Movements, 2nd edition. London: Wiley/Blackwell: 429-445.). Esta es fuente de cariño, reconforta a sus miembros y les permitir construir nuevos vínculos afectivos que, en algunos casos, sustituyen aquellos vínculos carnales deteriorados por las dificultades económicas (divorcios, conflictos entre padres e hijos, etc.). El desarrollo de estos lazos afectivos contribuye, a su vez, a mejorar la autoestima de las personas en situación de inseguridad habitacional, que suelen llegar a la PAH con sentimientos de vergüenza o de derrota. Esto era especialmente pronunciado durante los primeros años de la organización, una época en la que los medios de comunicación ahondaban en la representación estigmatizadora emitida por la banca y parte de la clase política, según la que los y las hipotecadas “habían estirado más el brazo que la manga” (Farràs, 2009Farràs, A. 28 de octubre de 2009. “El Gobierno ve ‘brotes verdes’ en el mercado inmobiliario”. El Periódico. Accesible en línea: https://www.elperiodico.com/es/economia/20091028/gobierno-ve-brotes-verdes-mercado-102446 (consultado en enero de 2022).). En las reuniones de bienvenida, en cambio, se propone una interpretación alternativa de la crisis de la vivienda que reasigna la responsabilidad al entramado político-financiero-inmobiliario y con la que se señala el carácter sistémico, no individual, de la inseguridad habitacional. Con la mejora de la autoestima y con las herramientas aportadas por el colectivo (a través de las reuniones, las acciones de protesta, los talleres de formación, etc.), los miembros de la PAH desarrollan un sentimiento de eficacia (Santos 2019Santos, F. G. 2019. “Social movements and the politics of care: empathy, solidarity and eviction blockades”. Social Movement Studies 19(2): 125-143. https://doi.org/10.1080/14742837.2019.1665504.):

“Es que desde que llegas a la PAH, ya sabes que tienes a alguien con quien consultar, a quien pedir un acompañamiento, y esto los bancos lo tienen presente. Saben que estás con la PAH y que ya no te pueden engañar lo que quieren...” (entrevista, febrero 2014)

Otra respuesta emocional estimulada por la movilización del referente familiar es la obligación moral de reciprocidad. Fórmulas como “hoy por ti, mañana por mí”, o “no pienses en lo que la PAH puede hacer por ti, piensa en lo que tú puedes hacer por la PAH” son frecuentes en las reuniones de bienvenida y evocan el deber de proveer apoyo a los otros “miembros de la familia”. Este sentimiento de obligación moral aflora en las entrevistas, como en el caso de esta activista que relata la paralización de su desahucio:

“Lo que más me impactó fue ver todo el mundo diciendo “estaremos ahí, tranquila que venimos”. Y tú te preguntas “¿qué puedo hacer por esta gente?” Lo único que hay es unirte y luchar” (entrevista, febrero 2014)

Las acciones a favor de las personas afectadas, como las paralizaciones de desahucio y los acompañamientos, son momentos en los que la obligación de reciprocidad se materializa y que, además, conducen a una mejora de la situación de los miembros de la PAH. Por este motivo, es frecuente que los y las afectadas se refieran el hecho de que su implicación les ha aportado herramientas para “cuidarse de su propio caso” y les ha incitado a ocuparse de los de las demás personas. Santos (2019)Santos, F. G. 2019. “Social movements and the politics of care: empathy, solidarity and eviction blockades”. Social Movement Studies 19(2): 125-143. https://doi.org/10.1080/14742837.2019.1665504. recurre a la perspectiva del cuidado para analizar esta representación grupal sobre la responsabilidad compartida del cuidado, entendido como “todo aquello que hacemos con vistas de mantener, continuar o reparar nuestro mundo, […] nuestros cuerpos, nuestras individualidades y nuestro entorno” (Tronto 1993: 103Tronto, J. C. 1993. Moral boundaries. A political argument for an ethic of care. New York: New York University Press., citado en Molinier y Legarreta 2016: 4Molinier, P. y M. Legarreta. 2016. “Subjetividad y materialidad del cuidado: ética, trabajo y proyecto político”. Papeles del CEIC 1: 1-14. http://dx.doi.org/10.1387/pceic.15319.). La perspectiva del cuidado, desarrollada desde ámbitos diversos como la sociología del trabajo, la psicología o la teoría política, plantea que todas las personas necesitamos que se ocupen de nosotras y que, al mismo tiempo, tenemos la capacidad de ocuparnos de otras.

A pesar de su indispensabilidad, las actividades a través de las que se prodiga cuidado han sido tradicionalmente invisibilizadas, por el hecho de recaer sobre las mujeres, tratarse de tareas no cualificadas y desempeñarse en la esfera de lo privado o de la familia. Su invisibilización también ha pasado por la asimilación de la ejecución de estas actividades a manifestaciones de amor, de ternura, de solidaridad, y otros valores “supuestamente” femeninos (Carrasco 2005Carrasco, C. 2005. “La paradoja del cuidado: necesario pero invisible”. Revista de economía critica 5: 39-64.). El interés de la perspectiva del cuidado es extraer estas actividades de su invisibilidad reconociéndolas como una forma de trabajo indispensable para la sostenibilidad de la vida (Gillian, Tronto y Hochschild 2013Gillian, C., A. Tronto y A. Hochschild. 2013. Contre l’indifférence des privilégiés: à quoi sert le care. Paris: Payot.). En la PAH, la concepción del colectivo como una familia facilita el desarrollo de una postura similar, desde la que se explicitan las actividades que responden a las necesidades ordinarias (de limpieza, confort, tranquilidad, etc.) que todas las personas tenemos, se subraya su importancia para el sustento del colectivo y se insiste en la responsabilidad colectiva de su desempeño. Reconocer la importancia del cuidado y del “ocuparse de los demás” es, además, una manera de valorar aquello que las mujeres sin experiencia política previa pueden aportan a la movilización colectiva 5 Como subrayan Molinier y Legarreta refiriéndose al trabajo de Tronto (1993), no se trata de esencializar el vínculo entre “cuidado” y “mujer”, sino que se trata de reconocer que la “ética del cuidado” es propia de las personas que se ocupan de otras personas, lo que en la mayoría de casos significa mujeres y “hombres de grupos subalternos” (2016: 5). . Este reconocimiento constituye el objeto de un conjunto más amplio de prácticas, que se analizan en la siguiente sección.

FEMINIZACIÓN DEL ACTIVISMO

 

Con la expresión “feminización del activismo”, me refiero al conjunto de procedimientos y gestos con los que la PAH busca proporcionar reconocimiento público a la contribución de las mujeres al colectivo, así como neutralizar los obstáculos que limitan su participación. Más allá del impacto concreto sobre las mujeres del grupo, la feminización también pretende generar un espacio inclusivo en el que todas las personas sientan que pueden aportar algo al colectivo, con independencia de sus competencias y saberes. Aunque la PAH no use explícitamente esta expresión, algunas personalidades públicas anteriormente vinculadas al grupo sí lo han hecho. Es el caso de Ada Colau, que se ha referido en ocasiones a la necesidad de feminizar la política institucional, de “cambiar sus ritmos y prioridades para que estén al servicio del bien común y sean compatibles con las vidas de las personas” (Font, 2015Font, M. 8 de diciembre de 2015. “Ada Colau: Tenemos que feminizar a las instituciones, cambiando sus ritmos y prioridades”. Público.https://www.publico.es/politica/ada-colau-feminizar-instituciones-cambiando.html (consultado en enero de 2022).).

El gesto más inmediatamente visible de feminización del activismo en la PAH es el uso del femenino genérico en las reuniones y en los escritos del colectivo. La feminización del lenguaje ha sido progresiva, tal como lo ilustran las variaciones de las ediciones del Libro Verde de la PAH 6 El Libro Verde de la PAH es un documento de presentación de la organización. Durante las reuniones de bienvenida, es habitual que la persona que dinamiza mencione este documento e invite a las y los nuevos a descargarlo de la web y leerlo. : si la edición de 2012 adoptaba las siglas que dan nombre al grupo como “Plataforma de Afectados por la Hipoteca”, la versión de 2020 incorpora el lenguaje inclusivo (Afectadas/os) además de definir al grupo como “feminista” (PAH 2020:13PAH. 2020. Libro Verde de la PAH. Barcelona: PAH. En línea: https://pahbarcelona.org/es/presentamos-el-nuevo-libro-verde-de-la-pah-actualizado/ (consultado en enero de 2022).). En lo que sigue, abordo tres otras dimensiones de la feminización del activismo: la diagnóstica, la normativa y la organizativa.

La dimensión diagnóstica de la feminización del activismo tiene que ver con el trabajo realizado por la PAH para analizar la problemática de la vivienda y proponer reivindicaciones. Este trabajo se plasma en informes, redactados con otras entidades (Alianza contra la Pobreza Energética, entidades públicas de salud y ONG jurídicas y técnicas), que denuncian la escasez de los datos producidos por las administraciones públicas. Algunos de estos informes explicitan su apuesta por una “óptica feminista” (PAH et al. 2018: 9PAH, ODESC, Aliança contra la pobresa energética, Enginyers sens Fronteres, Agència de Salut Publica, Consorci de salut de Barcelona. 2018. Perspectiva de gènere sobre el dret a l’habitatge i la pobresa energética a Barcelona. Barcelona: Observatori DESC. En línea: http://observatoridesc.org/sites/default/files/estudi-salut-odesc-alta.pdf (consultado en enero de 2022); PAH 2020PAH. 2020. Libro Verde de la PAH. Barcelona: PAH. En línea: https://pahbarcelona.org/es/presentamos-el-nuevo-libro-verde-de-la-pah-actualizado/ (consultado en enero de 2022).) para desenmascarar la supuesta neutralidad de género de los datos existentes: estos conducen a una aprehensión simplista de las implicaciones de la crisis de la vivienda y ocultan que las mujeres la sufren de manera más acuciante que los hombres y que tienen más dificultades que ellos “para romper estructuras familiares opresoras y emanciparse perpetuando situaciones de abuso” (PAH et al. 2018: 29PAH, ODESC, Aliança contra la pobresa energética, Enginyers sens Fronteres, Agència de Salut Publica, Consorci de salut de Barcelona. 2018. Perspectiva de gènere sobre el dret a l’habitatge i la pobresa energética a Barcelona. Barcelona: Observatori DESC. En línea: http://observatoridesc.org/sites/default/files/estudi-salut-odesc-alta.pdf (consultado en enero de 2022)). A partir de constataciones como que el 80 % de las familias monoparentales están encabezadas por mujeres, los informes de la PAH proponen indicadores inéditos que combinan el factor de género, la percepción de salud y el tipo de problema habitacional (ocupación en precario, dificultad de pago del alquiler o de la hipoteca). Los informes subrayan que factores como la monomarentalidad, la parcialidad o temporalidad laboral, ser trabajadora del hogar, haber sufrido violencia doméstica, o ser migrante, “aumenta la vulnerabilidad y el riesgo de no acceder a una vivienda en condiciones de asequibilidad, salubridad y seguridad necesarias para el desarrollo de unas condiciones de vida dignas” (PAH et al. 2018: 28PAH, ODESC, Aliança contra la pobresa energética, Enginyers sens Fronteres, Agència de Salut Publica, Consorci de salut de Barcelona. 2018. Perspectiva de gènere sobre el dret a l’habitatge i la pobresa energética a Barcelona. Barcelona: Observatori DESC. En línea: http://observatoridesc.org/sites/default/files/estudi-salut-odesc-alta.pdf (consultado en enero de 2022)).

La dimensión normativa de la feminización del activismo tiene que ver con el estilo de activismo prescrito por la organización. El género y las asignaciones sociales que conlleva condicionan la manera como las personas se desenvuelven en diferentes ámbitos de la vida social. También condicionan la manera como los hombres y las mujeres se desempeñan en el rol de activista, así como las retribuciones que esperan obtener. En su investigación sobre el activismo de Mayo del 68, Julie Pagis (2014)Pagis, J. 2014. Mai 68, un pavé dans leurs histoires. Événement et socialisation. Paris: Presses de Sciences Po. sostiene que los hombres pudieron desplegar en el activismo inclinaciones y habilidades adquiridas durante la socialización primaria (habilidad retórica, comodidad en la confrontación dialéctica y física, gusto por el conflicto y la competición). En cambio, las mujeres de la generación del 68 llegaron al activismo con disposiciones vinculadas a una socialización primaria femenina tradicional, lo que suponía un hándicap para adaptarse a la norma implícitamente machista del universo político de la extrema izquierda. Sin llegar a afirmar que existe una manera “femenina” de militar, Taylor y Rupp (1993)Taylor, V. y L. J. Rupp. 1993. “Women’s Culture and Lesbian Feminist Activism: A Reconsideration of Cultural Feminism”. Signs 19(1): 32-61. https://doi.org/10.1086/494861. consideran que las disposiciones adquiridas a través de la socialización y la experiencia de la opresión masculina predisponen a las mujeres a cultivar estructuras horizontales y a favorecer la expresión de las emociones. Este es precisamente el “estilo” de activismo que la PAH “prescribe”: horizontal, reciproco y emotivo.

Una de sus traducciones es la práctica, durante las reuniones y asambleas, de la rotación de roles. Cada semana, la persona que dinamiza el encuentro anima a otros miembros a asumir funciones tales como la toma del acta, la actualización del calendario de actividades, la gestión del turno de palabra, etc., con el argumento de que “se aprende haciendo” (observaciones en varias asambleas). Otra traducción del cultivo de la horizontalidad es el ejercicio, en las reuniones de bienvenida, del asesoramiento colectivo: los y las afectadas exponen públicamente sus dudas, plantean preguntas sobre su caso y aportan respuestas para los del resto, a partir de sus propias experiencias. Los y las activistas más experimentadas insisten en la eficacia de este procedimiento como método de educación popular y en su virtud política por oposición a la lógica “asistencial”, en la que unos o unas pocas personas expertas harían descender verticalmente su saber sobre las demás.

La aspiración a la horizontalidad se complementa con el discurso sobre la necesaria reciprocidad, expuesto en la sección previa. La “norma” de reciprocidad promovida en la PAH es sumamente inclusiva: se invita, simplemente, a “estar presente” para los y las demás, y se desvincula el ideal de “buen o buena militante” del manejo de competencias técnicas o políticas específicas que estarían solo al alcance de aquellos y aquellas con un bagaje académico o político. El estilo militante promovido por la PAH también incita a expresar las emociones, tanto las provocadas por la inseguridad habitacional (miedo, tristeza, angustia, etc.) como las que surgen de la participación en el colectivo (confianza en sí, afecto, sentimiento de eficacia, alegría por las victorias logradas). En las reuniones de bienvenida y en las asambleas se pronuncian de manera recurrente preguntas como: ¿Cómo estáis?; ¿Tenéis algo que celebrar? o ¿Queréis compartir algo con la asamblea?, que interpelan directamente a los y las asistentes e invitan a compartir estados de ánimo.

Finalmente, la dimensión organizativa de la feminización del activismo tiene que ver con el reconocimiento político de la importancia de las tareas que responden a las necesidades ordinarias de la “sostenibilidad de la vida” (Carrasco 2005Carrasco, C. 2005. “La paradoja del cuidado: necesario pero invisible”. Revista de economía critica 5: 39-64.). En el nodo de la PAH observado, se reconoce la dificultad que entraña para las mujeres la “triple presencia” (Sagastizábal, 2019Sagastizábal, M. 2019. “La triple presencia. Un acercamiento a la participación sociopolítica desde una perspectiva feminista”. Política y Sociedad 56(3): 779-798. https://doi.org/10.5209/poso.63686.), es decir, el compaginar el trabajo doméstico y de cuidados, de empleo y la participación política. Por ese motivo, se han establecido dispositivos que integran a la acción colectiva parte del trabajo de cuidados: se ha habilitado un espacio de juegos infantiles y de ayuda para las tareas escolares de los hijos e hijas de activistas, lo que permite a sus progenitores (sobre todo, a las madres) participar en las reuniones. Además, esta gestión colectiva del trabajo de cuidados da concreción al discurso sobre la reciprocidad y la familia. Finalmente, la dimensión organizativa de la feminización del activismo implica la visibilización de las tareas ingratas, tales como limpiar los aseos y el local de reunión, que son explicitadas como indispensables para el buen funcionamiento de la lucha. Al tratarse de tareas habitualmente asociadas a supuestas “cualidades naturales” de las mujeres (Dunezat 2017Dunezat, X. 2017. “L’articulation entre travail domestique et travail militant. Le cas des ‘mouvements de sans’ en France”. Recherches féministes 30(2): 255-275. https://doi.org/10.7202/1043932ar. ), su reconocimiento por el colectivo constituye una forma de neutralizar el efecto del rapport social de sexo, es decir, la apropiación colectiva del trabajo de las mujeres (Kergoat 2012Kergoat, D. 2012. Se battre, disent-elles. Paris: La Dispute.). A pesar de ello, el grupo no consigue extraerse totalmente de uno de los efectos de la división sexual del trabajo señalados por la sociología feminista materialista: el carácter sexuado del reconocimiento social (Delphy 1998Delphy, C. 1998. L’ennemi principal. Volume 1: Economie politique du patriarcat. Paris: Syllepses.). La escena semanal de atribución de la responsabilidad de la limpieza de los aseos y del local, y de animación del espacio infantil, así lo evidencia: cuando un hombre se propone voluntario, suele suceder que recibe aplausos y comentarios halagadores, mientras que cuando una mujer se propone, las reacciones son menos expresivas, puesto que la norma de género se ve menos transgredida (observaciones de terreno).

EFECTOS DE INCLUSIÓN Y DE EXCLUSIÓN DE LA IDENTIDAD FAMILIAR

 

Un informe publicado en 2016 por la PAH subraya que el 52,1 % de las activistas afectadas son mujeres y el 47,9 %, hombres (PAH, ODESC 2016PAH, ODESC. 2016. Exclusió residencial al món local. Informe de la crisi hipotecària a Barcelona (2013-2016). Barcelona: Observatori DESC. En línea: https://afectadosporlahipoteca.com/2016/11/04/presentacion-del-informe-exclusio-residencial-al-mon-local-crisi-hipotecaria-a-barcelona-2013-2016/ (consultado en enero de 2022) ). La observación arroja un resultado coherente con este dato: las mujeres son mayoría en los espacios de reunión y en las acciones de protesta. En el seno de la organización, es habitual explicar este predominio femenino a través de una oposición entre el rol “cuidador” de las mujeres y la supuesta “negligencia” de los hombres (Royer, Mieyaa y Le Blanc 2014Royer, V., Y. Mieyaa y A. Le Blanc. 2014. “Socialisation de genre et construction des identités sexuées. Contextes sociétal et scientifique, acquis de la recherche et implications pratiques”. Revue française de pédagogie 187: 97-137. https://doi.org/10.4000/rfp.4494.):

“Bueno, es algo clásico, ¿no crees? Cuando hay un problema en una familia, ¿quién se sacude? La mujer, la madre… ¿Quién hace las compras? ¿Quién siente en sus carnes lo difícil que puede llegar a ser llenar la nevera? ¿Quién tiene que lidiar con las llamadas del banco? Si el bienestar de los hijos está en peligro, ¿quién reacciona? Cuando se llega a esta situación, o bien el marido ya se ha largado, o bien se queda paralizado. Las mujeres actúan. Los hombres esperan, o desaparecen...” (entrevista, febrero 2019).

La sociología de la acción colectiva aporta claves para entender esta situación, sin invalidar totalmente la explicación “indígena”: el contexto en el que emergen las movilizaciones genera oportunidades y obstáculos específicos según las posiciones ocupadas en las relaciones sociales de género. La socialización y las normas de género (aquello que la sociedad espera de un hombre y de una mujer) influyen en la percepción sobre la gravedad de una situación y sobre la pertinencia de una causa colectiva (Brown y Ferguson 1995Brown, P. y F. Ferguson. 1995. “‘Making a Big Stink’: Women’s Work, Women’s Relationships and Toxic Waste Activism”. Gender and Society 9: 145-172. https://doi.org/10.1177/089124395009002002. ). Si las mujeres son mayoría en la PAH, es porque la cuestión de la vivienda “toca plenamente a su ámbito de interés y de responsabilidad (el hogar, la salud de la familia, etc.)” (Fillieule 2009: 40Fillieule, O. 2009. “Travail militant, action collective et rapports de genre” Pp. 23-72 en Le sexe du militantisme, editado por O. Fillieule y P. Roux. Paris: Presses de Sciences Po), algo que otras investigaciones también han subrayado (Zaki 2006Zaki, L. 2006. “L’action publique au bidonville: l’État entre gestion par le manque, «éradication» des kariens et accompagnement social des habitants”. L’Année du Maghreb: 303-320. https://doi.org/10.4000/anneemaghreb.128.; Neuhauser 1995Neuhauser, K. 1995. “Worse than Men’. Gendered mobilization in an Urban Brazilian Squatter Settlement”. Gender and Society 9(1): 38-59. https://doi.org/10.1177/089124395009001003.; Lawson y Barton 1980Lawson, R. y S. E. Barton. 1980. “Sex roles in social movements: a case study of the tenant movement in New York City”. Signs 6(2): 230-247. http://dx.doi.org/10.1086/493794.). Pero el hecho de que ellas sean mayoría también se explica por el trabajo de feminización del activismo, que extrae la contribución de las mujeres de la invisibilidad a la cual el rapport social de género condena el trabajo femenino y que socializa parcialmente los cuidados, reduciendo así el coste de la participación para las mujeres.

Además de lograr una participación masiva de mujeres, la PAH acoge a muchas personas de origen inmigrante. Según el citado informe de 2016, el 52 % de los y las activistas tiene la nacionalidad española, y las dos nacionalidades dominantes, aparte de la española, son la ecuatoriana (23 % de los miembros) y la peruana (7 %). Si la identidad colectiva familiar, inclusiva y transversal, explica parcialmente dicha situación, esta también tiene que ver con las características de la crisis de la vivienda. En el Estado español, la crisis inmobiliaria afectó con especial dureza a las personas inmigrantes provenientes de América latina, del Norte de África y de Europa del Este, que “vinieron para satisfacer la demanda de mano de obra en el sector de la construcción” (Ravelli 2018: 127Ravelli, Q. 2018. “Peut-on parler d’un mouvement postcolonial en Espagne ? ‘Jour de la Race’ et lutte indigène contre les banques”. Mouvements 94(2): 126-140. https://doi.org/10.3917/mouv.094.0126.) y cuyo número pasó de 1,2 millones a 6 millones entre 1999 y 2008 (Instituto Nacional de Estadística 2022Instituto Nacional de Estadística. 2022. “Población extranjera por nacionalidad, comunidades, sexo y año”. https://www.ine.es/jaxi/Tabla.htm?path=/t20/e245/p08/l0/&file=02005.px&L=0 (consultado en enero de 2022)). Esta clase trabajadora transnacional (Suarez 2017Suarez, M. 2017. “Debt Revolts: Ecuadorian foreclosed families at the PAH in Barcelona”. Dialectical Anthropology 41(3): 263-277. https://doi.org/10.1007/s10624-017-9455-8.) se integró en el mercado laboral español a través de las precarias oportunidades generadas por la burbuja, pero también tuvo que hacer frente al “racismo financiero de los bancos” (Ravelli 2018Ravelli, Q. 2018. “Peut-on parler d’un mouvement postcolonial en Espagne ? ‘Jour de la Race’ et lutte indigène contre les banques”. Mouvements 94(2): 126-140. https://doi.org/10.3917/mouv.094.0126.). Esta expresión hace referencia tanto al comportamiento depredador de las entidades financieras españolas en América latina, como al carácter sistémico de las discriminaciones contra personas de origen inmigrante y/o racializadas. La hipótesis del racismo financiero encuentra un amplio apoyo en la literatura. En España, como en Estados Unidos, los productos financieros tóxicos (como los préstamos hipotecarios a tipo de interés variable y con cláusulas abusivas) afectaron más gravemente a las personas con ingresos débiles o de minorías étnicas, que, además, accedieron a estos productos en condiciones menos favorables (Taylor 2019Taylor, K.Y. 2019. Race for Profit. How Banks and the Real Estate Industry Undermined Black Ownership. University of North Carolina Press.; Stout 2016Stout, N. 2016. “Petitioning a Giant: Debt, Reciprocity and Mortgage Modification in Sacramento Valley”. American Ethnologist 43(1): 158-171. https://doi.org/10.1111/amet.12270.; Díaz-Serrano y Raya 2014Díaz-Serrano, L. y J. M. Raya. 2014. “Mortgages, Immigrants and Discrimination: An Analysis of the Interest Rates in Spain”. Regional Science and Urban Economics 45: 22-42. https://doi.org/10.1016/j.regsciurbeco.2013.12.004.).

Para las mujeres extranjeras y/o racializadas, la experiencia del racismo financiero es “cualitativamente incomparable a las de los varones migrantes, ya que las primeras se ven afectadas por un conjunto cultural y normativo de mandatos de género” (Royo Prieto et al. 2017: 225Royo Prieto, R., M. Silvestre Cabrera, L. González Estepa, E. Linares Bahillo y M. Suarez Errekalde. 2017. “Mujeres migrantes tejiendo democracia y sororidad desde el asociacionismo. Una aproximación cualitativa e interseccional”. Investigaciones feministas 8(1):223-243. http://dx.doi.org/10.5209/INFE.54496.). Según los relatos de afectadas de la PAH, dicha experiencia toma la forma de comentarios peyorativos y de suposiciones estereotipadas sobre su vida privada por parte de acreedores, servicios sociales y otras instituciones con las que las mujeres en situación de inseguridad habitacional deben lidiar. Las agresiones no desaparecen forzosamente al cruzar el umbral de la PAH: mujeres magrebíes evocan comentarios y reproches percibidos, relativos al “uso del pañuelo”, a su “manejo del castellano”, al hecho de “quedarse entre ellas y no relacionarse con los demás” (entrevista). Las mujeres latinoamericanas no presentan el hándicap del desconocimiento de la lengua, pero no por ello se salvan de asignaciones alterizantes en las que el género y la otredad cultural son movilizados para atribuirles atributos personales poco legítimos (“informalidad”, “poca seriedad”, “pasividad”, “sumisión”), e incluso comportamientos íntimos estereotipados (“promiscuidad”) (según varias entrevistas).

Esta experiencia particular (de la inseguridad habitacional, de la interacción con las instituciones o dentro del colectivo) de las mujeres alterizadas por su estatuto migratorio, cultural o racial, se diluye en el trabajo de elaboración de la identidad colectiva del grupo. Por lo menos hasta la publicación en 2018 de un primer informe centrado específicamente en la situación de las mujeres, el imaginario de la “familia” se forja a partir del mínimo común denominador de la inseguridad habitacional, supuestamente neutral desde el punto de vista del género y de la raza. Algo que contribuye a la estabilidad de esta situación es que estas mujeres, sobre todo las que disponen de menor bagaje académico, cultural y político, ocupan una posición en la división del trabajo militante que las aleja del trabajo de elaboración de la identidad del grupo.

Esta posición se caracteriza, en primer lugar, por una menor visibilidad en las actividades que giran en torno a la toma de la palabra. Si, en términos absolutos, las mujeres intervienen más que los hombres en las reuniones (tanto de bienvenida como en las asambleas), las mujeres migrantes tienden a una mayor discreción, sobre todo si poseen un bagaje académico, cultural o político débil. Ese es el caso, sobre todo, en las asambleas, en las que se “prescribe” un registro retórico impersonal y estratégico. De hecho, en las asambleas son frecuentes los toques de atención dirigidos a quienes intervienen para exponer relatos personales: “comPAH 7 El neologismo “comPAH” surge del juego ofrecido por la coincidencia fonética entre el nombre del grupo (PAH) y el diminutivo de ‘compañero’, “compa”. , tu problema nos interesa mucho, pero todo eso tendrías que haberlo contado en la reunión de bienvenida, ese era el lugar” (observaciones de terreno). El manejo del registro impersonal es relativamente discriminador, puesto que está vinculado a competencias argumentativas, de justificación, de abstracción, que se adquieren en el ámbito escolar o político (Gaxie 2002Gaxie, D. 2002. “Appréhensions du politique et mobilisations des expériences sociales”. Revue française de science politique 52(2): 145-178. https://doi.org/10.3406/rfsp.2002.403705.). Además, para practicar cómodamente el registro retorico impersonal de la asamblea se requiere un cierto sentimiento de legitimidad personal (estimar que la opinión propia es pertinente y merece ser escuchada), algo que, de nuevo, está fuertemente condicionado por el efecto combinado del género, el origen y el bagaje escolar y político.

Cuando las mujeres migrantes toman la palabra en público, esta suele adoptar un registro testimonial, algo que se aprecia claramente en las apariciones de la PAH en la televisión y radio públicas del territorio de implantación del nodo observado. Entre 2009 y 2019, lo habitual en las 110 apariciones de miembros de la PAH en las que se combinan los dos registros retóricos (testimonial y estratégico) es que una persona, de origen migrante o no, exponga su caso particular, mientras que una persona no migrante aborda la problemática general de la vivienda y las reivindicaciones del grupo. El registro testimonial es mucho menos discriminador, puesto que la capacidad de elaborar y exponer un relato singular y personal no depende de la detentación de competencias escolares ni culturales particulares (Barbot 1995Barbot, J. 1995. “Entre soi et face aux autres. La réunion hebdomadaire d’Act Up Paris”. Politix 31: 113-132. https://doi.org/10.3406/polix.1995.1920.). Sin embargo, como hemos visto anteriormente, este registro tiene menor cabida en los espacios, como la asamblea o los grupos de trabajo, en los que se elaboran las orientaciones estratégicas del grupo, incluidas las del trabajo identitario.

La posición en la división del trabajo militante de las mujeres migrantes con poco bagaje académico y político se caracteriza, en segundo lugar, por su implicación en tareas no especializadas, que no requieren saberes técnicos. Se trata de aquellas tareas en las que lo importante es “estar”, “poner el cuerpo” para demostrar la fuerza del grupo (por ejemplo, impedir el acceso al inmueble del cerrajero, de la policía o de quienes representan la propiedad durante un desahucio) y cuidar de los vínculos entre miembros, socializando, cantando, improvisando un baile o aportando una tarta o algo de picoteo para compartir durante una acción, etc. Se trata de tareas al abasto de todas y todos, puesto que no requieren conocimientos particulares. Como hemos visto en la sección previa, se trata además del tipo de tareas que, a través de la feminización del activismo, son visibilizadas y celebradas: su desempeño, que implica a veces un despliegue de cualidades generalmente asociadas a lo “femenino”, son cruciales para satisfacer necesidades de los miembros y para reforzar lazos de solidaridad que dan sentido al imaginario de la “familia” y favorecen la viabilidad de la movilización. No obstante, no parecen alimentar una concepción más diversa de la identidad grupal, que integre las experiencias específicas de vulnerabilidad de las mujeres migrantes y/o racializadas.

CONCLUSIÓN

 

A diferencia de otros movimientos sociales en los que la voz de personas migrantes resulta poco audible (como en el caso de los Indignados, cf. Nez 2012Nez, H. 2012. “Délibérer au sein d’un mouvement social”. Participations 3(4): 79-102. https://doi.org/10.3917/parti.004.0079.), la PAH aparece como un colectivo profundamente inclusivo que, además, promueve prácticas favorecedoras de relaciones de género igualitarias. No obstante, la particularidad de las experiencias de mujeres inmigrantes y/o racializadas desaparece en la representación del grupo como una familia cohesionada por un común denominador. En 2018, un informe publicado por la PAH sobre las mujeres ante el problema de la vivienda subrayaba “cómo el género se cruza con otros ejes de desigualdad y cómo estos cruces contribuyen a experiencias únicas de opresión y de privilegio” (PAH et al. 2018: 30PAH, ODESC, Aliança contra la pobresa energética, Enginyers sens Fronteres, Agència de Salut Publica, Consorci de salut de Barcelona. 2018. Perspectiva de gènere sobre el dret a l’habitatge i la pobresa energética a Barcelona. Barcelona: Observatori DESC. En línea: http://observatoridesc.org/sites/default/files/estudi-salut-odesc-alta.pdf (consultado en enero de 2022)). Esta misma sensibilidad interseccional empieza a aparecer en los manifiestos con motivo de la celebración del Ocho de Marzo (jornada internacional de las mujeres trabajadoras) de los últimos años, redactados por el equipo de coordinación.

Esta tendencia parece coherente con el hecho de que cada vez más movimientos sociales ven “la interseccionalidad como un modo de acción deseable” (Weldon 2008: 217Weldon, S. L. 2008. “Intersectionality”. Pp. 193-218 en Politics, Gender, and Concepts: Theory and Methodology, editado por G. Goertz y A. G. Mazur. New York: Cambridge University Press. https://doi.org/10.1017/CBO9780511755910.). En los movimientos en los que la interseccionalidad es una estrategia para promover no únicamente la inclusión sino también la representación de grupos minorizados, su práctica pasa precisamente por un trabajo identitario singular: se trata de prescindir de la búsqueda del común denominador y de favorecer, en cambio, la promoción de identidades múltiples, parciales y flexibles (Chun, Lipsitz y Shin 2012Chun, J., G. Lipsitz e Y. Shin. 2013. “Intersectionality as a social movement strategy: Asian immigrant women advocates”. Signs 38(4): 917-940. https://doi.org/10.1086/669575.; Tungohan 2016Tungohan, E. 2016. “Intersectionality and social justice: assessing activists’ use of intersectionality through grassroots migrants’ organizations in Canada”. Politics, Groups, and Identities 4(3): 347-362. https://doi.org/10.1080/21565503.2015.1064006.). En otros movimientos, practicar la interseccionalidad consiste en formular demandas específicas a los miembros menos privilegiados (Strolovitch 2007Strolovitch, D. Z. 2007. Affirmative Advocacy: Race, Class and Gender in Interest Group Politics. Chicago, IL: University of Chicago Press. https://doi.org/10.7208/chicago/9780226777450.001.0001. ) o en asegurarse de que estos miembros puedan organizarse de manera autónoma, aunque eso vaya en detrimento de la difusión de un mensaje común del colectivo (Laperrière y Lépinard 2016Laperrière, M. y E. Lépinard. 2016. “Intersectionality as a tool for social movements: strategies for inclusion and representation in the Québécois women’s movement”. Politics 36(4): 374-382. https://doi.org/10.1177/0263395716649009.). Estas experiencias podrían inspirar intervenciones transformadoras en la PAH, tales como la concepción de métodos facilitadores de la toma de la palabra por las personas más invisibilizadas.

AGRADECIMIENTOS

 

Agradezco la generosidad de las personas entrevistadas, asi como los comentarios de Eduard Sala Barceló, Luis Sanmartín Cava y Gabriele D’Adda, que leyeron atentamente versiones previas de este artículo. También agradezco el respetuoso y constructivo trabajo de las personas evaluadoras anónimas, que fue de gran ayuda para precisar mis argumentos, así como el minucioso trabajo de edición del revisor.

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NOTAS

 
[1]

Se trata, a veces, de estudiantes e investigadores universitarios, españoles o de otras nacionalidades, que militan en el colectivo al tiempo que lo observan y estudian.

[2]

Algunos ejemplos conocidos son los de las fundadoras Ada Colau (alcaldesa de Barcelona) y Lucia Martin (diputada en el Congreso y, posteriormente, concejala municipal), o el de Irene Montero (ministra).

[3]

Las 25 entrevistas realizadas se distribuyen de la siguiente manera: 18 mujeres y 7 hombres; 15 personas afectadas y 10 no afectadas; 16 activistas nacidas y nacidos en el Estado español y 9 en el extranjero (aunque parte de estas personas ostenta la ciudadanía española). Las 9 entrevistas que abordan específicamente la experiencia como mujer en la PAH se realizaron con 6 mujeres nacidas en el extranjero (Magreb y América latina) y con 3 mujeres nacidas en España, y fueron las únicas que realicé en solitario, sin la participación de Marcos Ancelovici.

[4]

Prácticas tales como la sobrevalorización de los bienes inmuebles, la atribución de préstamos superiores al valor del bien inmueble, la inserción de cláusulas abusivas o de seguros ocultos en los contratos de hipoteca, la ocultación de información o atribución de préstamos sin condiciones de seguridad, la práctica de avales cruzados y de hipotecas multidivisas, etc.

[5]

Como subrayan Molinier y Legarreta refiriéndose al trabajo de Tronto (1993)Tronto, J. C. 1993. Moral boundaries. A political argument for an ethic of care. New York: New York University Press., no se trata de esencializar el vínculo entre “cuidado” y “mujer”, sino que se trata de reconocer que la “ética del cuidado” es propia de las personas que se ocupan de otras personas, lo que en la mayoría de casos significa mujeres y “hombres de grupos subalternos” (2016: 5Molinier, P. y M. Legarreta. 2016. “Subjetividad y materialidad del cuidado: ética, trabajo y proyecto político”. Papeles del CEIC 1: 1-14. http://dx.doi.org/10.1387/pceic.15319.).

[6]

El Libro Verde de la PAH es un documento de presentación de la organización. Durante las reuniones de bienvenida, es habitual que la persona que dinamiza mencione este documento e invite a las y los nuevos a descargarlo de la web y leerlo.

[7]

El neologismo “comPAH” surge del juego ofrecido por la coincidencia fonética entre el nombre del grupo (PAH) y el diminutivo de ‘compañero’, “compa”.